En diferentes estudios encontramos que hasta el 45% de los hombres y el 68% de las mujeres consideran que el alcohol incrementa su disfrute del sexo. Este hecho de que la mayor parte de las personas consideren que el alcohol es estimulante, o al menos así lo perciban, y que aumenta su capacidad para la respuesta sexual, puede deberse a su efecto desinhibidor. Sin embargo, y como ya señalaba Shakespeare “provoca el deseo pero frustra la ejecución”.
Tradicionalmente, el alcohol ha sido considerado como un poderoso estimulante o excitante sexual, pero si revisamos los numerosos trabajos de investigación que se han realizado sobre esta relación a lo largo de los años, se ha constatado que, tanto en hombres como en mujeres, produce efectos negativos sobre las respuestas sexuales fisiológicas.
Y es que el alcohol es un potente depresor del sistema nervioso, de forma que sus efectos se aprecian claramente tras la ingestión aunque tan solo sea de dos o tres copas. Pero pese a esto, muchas personas suelen ver al alcohol como una substancia que incrementa su funcionamiento sexual.
La realidad es, sin embargo, bien distinta ya que, como depresor del Sistema Nervioso Central, disminuye el funcionamiento de los niveles superiores del cerebro, lo que permite una mayor autonomía de centros inferiores (zonas más antiguas del cerebro), entre ellos los implicados en las respuestas emocionales. Por ello, las emociones se amplifican al disminuir el mecanismo de control que supone la actuación de segmentos superiores cerebrales.
La consecuencia de este hecho es que el alcohol puede alterar los comportamientos convencionales y hacer a la persona más relajada, al permitirle perder el control sobre algunas de sus emociones y desinhibir conductas que ha aprendido a controlar en situaciones sociales.
De esta forma, puede facilitar la aparición del impulso sexual, pero dado que también inhibe partes del Sistema Nervioso Autónomo que participan en la respuesta de erección, dificulta el que ésta pueda llevarse a cabo y, en consecuencia, dificulta la penetración y el coito.
En el hombre, en concreto, dosis incluso inferiores a las que se establecen como límite legal para determinar si la persona está o no embriagada producen efectos de supresión de la erección. Asimismo, el alcohol debilita la intensidad del orgasmo masculino y hace más difícil la eyaculación.
En las mujeres, incluso ingerido con moderación, dificulta la respuesta orgásmica.
Además de estos efectos reseñados, encontramos otros problemas añadidos que pueden presentarse con el uso del alcohol en el funcionamiento sexual. Si como hemos comentado, por los efectos fisiológicos del alcohol se produce un deterioro, aunque sea esporádico, en el funcionamiento sexual, como un falta de erección que dificulte la penetración, es posible que esta situación sea vivida como un fracaso por el hombre que la padece y comiencen a desarrollarse sentimientos de ansiedad asociados a la situación de interacción sexual.
Estos sentimientos de ansiedad pueden generar una “ansiedad anticipatoria” que, en futuras relaciones, dificulten nuevamente la respuesta de excitación sexual, en concreto la respuesta de erección, pudiendo establecerse, de esta manera, un círculo vicioso que lleve al desarrollo permanente de una disfunción en el hombre.
Así, en contactos sexuales posteriores, el hombre se preocupará por si tendrá o no una erección adecuada. El miedo debido a que en las últimas ocasiones no haya conseguido una buena erección, dificultará el que ésta se produzca con normalidad, lo que a su vez generará mayor ansiedad y miedo al fracaso de cara a posteriores contactos. Cuando este círculo vicioso aparece, es difícil romperlo sin ayuda especializada.
Por otro lado, el consumo continuado de cantidades de alcohol elevadas puede producir trastornos endocrinos, neurológicos y vasculares irreversibles, que reduzcan de forma permanente la respuesta sexual.
Hay lesiones neurológicas y tróficas a nivel de los testículos y de los nervios periféricos o alteraciones hormonales que bajan el deseo sexual.
Algunos autores lo colocan como la principal causa orgánica de disfunción eréctil, y los actualizados informes del Instituto Kinsey señalan que aproximadamente el 50% de los alcohólicos crónicos presentan bajo deseo sexual y trastornos en la eyaculación.
Para las mujeres, el alcohol parece actuar inicialmente como un activador psicológico y un inhibidor físico.
Su capacidad de excitación y de obtención del orgasmo suele verse disminuida incluso con dosis moderadas de alcohol.
A largo plazo, su consumo crónico puede conducir a una disminución de la libido, amenorrea (falta de menstruación) e infertilidad.
No hay dosis segura de alcohol durante el embarazo. No beba alcohol si sospecha que está embarazada ya que el alcohol tiene severos efectos tóxicos sobre el feto, pudiendo constituir el síndrome alcohólico fetal. Esta es una de las principales causas prevenibles de retraso mental y diferentes defectos de nacimiento.
El gran problema, sin embargo, es la falta de concienciación sobre estos efectos lesivos del alcohol; ya que éste suele estar asociado tanto a nivel cultural como social a situaciones y conductas placenteras.
El deseo de beber sin límite, buscando estos efectos cerebrales placenteros, es la razón principal que lleva al abuso y a su dependencia.
No olvidemos, además, que detrás del consumo excesivo de alcohol se encuentran diferentes trastornos de conducta, dificultad en el trabajo, en el estudio y en la vida familiar, con alternancias de agresividad o depresión y que, también, provoca graves accidentes automovilísticos.
Cuestiones de intimidad
Haber ingerido alcohol también puede impedir que te conectes emocionalmente con tu pareja sexual; ya que tener sexo es una manera de acercarse íntimamente a otra persona. Pero hay personas que se dan cuenta de que ellas o su pareja sólo tienen sexo o participan en juegos sexuales cuando han tomado alcohol. Y es que, además, emborracharse o drogarse puede ser una manera de tapar -o cubrir- la inseguridad, la vergüenza o los sentimientos confusos sobre el sexo.
Tomar buenas decisiones
Haber ingerido alcohol también puede impedir que te conectes emocionalmente con tu pareja sexual; ya que tener sexo es una manera de acercarse íntimamente a otra persona. Pero hay personas que se dan cuenta de que ellas o su pareja sólo tienen sexo o participan en juegos sexuales cuando han tomado alcohol. Y es que, además, emborracharse o drogarse puede ser una manera de tapar -o cubrir- la inseguridad, la vergüenza o los sentimientos confusos sobre el sexo.
Algunos datos acerca del abuso del alcohol y la actividad sexual
- El 80% de las primeras experiencias sexuales ocurren bajo la influencia del alcohol.
- El 40% de los hombres creen que es aceptable tener relaciones sexuales con una mujer que está borracha.
- Cerca del 50% de las experiencias sexuales no planeadas ocurren cuando una de las dos personas está bajo la influencia del alcohol.
- En dos tercios de los embarazos no planeados, la mujer estaba ebria durante las relaciones sexuales.
- El 60% de las enfermedades transmitidas sexualmente ocurren cuando las parejas están ebrias.